PENSAR
Los hombres temen al pensamiento más que a cualquier cosa en
la Tierra – más que a la ruina, incluso más que a la muerte-. El pensamiento es
subversivo y revolucionario, destructivo y terrible; el pensamiento es
despiadado con el privilegio, las instituciones establecidas y los hábitos
confortables; el pensamiento es anárquico y sin ley, indiferente a la
autoridad, despreocupado de la acreditada sabiduría de las edades. El
pensamiento escudriña el abismo del infierno y no teme. Ve al hombre, esa débil
partícula, rodeado por insondables profundidades de silencio: sin embargo,
procede arrogante, tan impertérrito como si fuera el señor del universo. El
pensamiento es grande, y veloz y libre, la luz del mundo, y la principal gloria
del hombre.
Pero para que el pensamiento llegue a ser posesión de
muchos, no privilegio de unos pocos, debemos eliminar el temor. E el temor lo
que contiene a los hombres – el temor de que sus acendradas creencias resulten
engañosas, el temor de que las instituciones por las que viven resulten
dañinas, el temor de que ellos mismos resulten menos dignos de respeto de lo que
habían supuesto que eran. << ¿Debe el trabajador pensar libremente acerca
de la propiedad? Entonces, ¿qué nos ocurriría a nosotros los ricos? ¿Deben los
jóvenes, hombres y mujeres pensar libremente acerca del sexo? Entonces, ¿qué
ocurrirá con la moralidad? ¿Deben los soldados pensar libremente acerca de la
guerra? Entonces ¿qué ocurrirá con la disciplina militar? ¡Basta de
pensamiento! ¡Retornemos a las sombras
del perjuicio, para que no corran peligro la propiedad, la moral y la guerra! Es mejor que los
hombres sean estúpidos, lerdos y tiránicos, y no que su pensamiento sea libre.
En efecto, si su pensamiento fuera libre, podrían no pensar como nosotros. Y
este desastre debe evitarse a toda costa. >> Así argumentan los oponentes
del pensamiento en las profundidades inconscientes de su alma. Y así actúan sus
iglesias, sus escuelas y sus universidades.
Bertrand Russell.
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